Siempre.
Semana Santa y la perspectiva personalista.
Escribe
Gabriel Marcel: ”Amar a una persona es decirle tú no morirás”. G. Marcel
(1935): Être et avoir. Aubier-Montaigne, Paris, 1937, p. 37.
Semana
Santa para un personalista es el recuerdo y la celebración de Alguien que no
murió para siempre porque la perspectiva divina es el amor, y como es obvio
deberá de ser la misma para los que somos <alguien>, de momento, <aquí>.
Esto
de “no morir” no es para nosotros los humanos
más que un deseo que podemos desear, pedir, pensar, decir-le, escribir, incluso con
calidad expresiva o literaria. Cuando atravesamos la frontera de lo trascedente
–y no es lo mismo…con fe que sin fe- esta vida personal de quien decimos “tú no
morirás” se vincula a Quien es el modelo de Persona. En definitiva, la persona
no puede considerarse un <ser> mortal salvo si caemos bajo la sombra de
la depresión o del fatalismo cosmológico.
Sí,
está también muy, muy claro, que incluir la trascendencia es una consecuencia
de la fe, ahora bien, vivir como una persona pide, sin cesiones de ninguna
naturaleza, aceptar que la persona no tiene una fundamentación que pueda
reducirse a orígenes naturalistas o socio-históricos. Se podrá mirar a la
persona desde la trascendencia que facilita la fe o desde la aceptación de su
<necesidad> sin tener fe, no obstante, tanto en una “perspectiva” como en
otra, la <mirada> no reducirá a la persona a una entidad que pudiera
“explicarse” como otro objeto más o menos dificultoso de definir o determinar.
La
Semana Santa comienza con una confusión (Domingo de Ramos: quien entra en
Jerusalén no es un <objeto histórico>/sociológico, es la Persona de
Jesús, la segunda persona de la Trinidad, es un Persona-je, no un rol, tiene
una vocación, una misión, independientemente de las necesidades o
<interpretaciones> de los habitantes de la época, de este mundo, sobre
todo social. El jueves santo sigue Jesús realizando los <proyectos> que
derivan de su misión, de su vocación, más allá de los intereses espurios de
<quien> sea y contra <quien sea>. Continúa con otras confusiones
(Huerto de los olivos: la misión en ese momento, en esos días, en esa semana,
es cumplir con la misión de la condición personal/vocacional de Jesús, Dios y
hombre. Tiene que morir para después vivir-resucitar, lo entiendan o lo acepten
o no lo acepten los demás). Instauración de la eucaristía y traición de Judas
(nueva terrible confusión o intromisión diabólica). Sigue la muerte, viernes y
sábado, pero no una muerte del sinsentido o del “se acabó”, esta tiene sentido
porque el domingo se superará con la manifestación de que un hombre –y Dios-,
una persona-Persona, sólo puede seguir viviendo para ser y vivir como
<Quien>- <quien> existe porque el que Ama quiere la vida/su vida
para siempre.
La
persona es un viviente que tiene su <consistencia> en el <para
siempre>, “porque tú no morirás”, así podemos decirnos, hasta la eternidad,
no te abandono y tu así no nos podrás abandonar.
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