Perspectivas formales y perspectiva de la persona.
En todas las culturas, y también en la nuestra, han existido siempre normas para las relaciones de todos con cada uno. Cuando estas normas se hacen legales, y se imponen como criterio o perspectiva-formulismo legal, así los sucesivos códigos de derechos, hay un riesgo, diría un “optimista”, de hacer desaparecer lo más personal o <propio> de cada quien. No es lo contrario la negación de toda norma o un mundo de subjetivismo rampante.
Lo que hay que considerar, y no solo como reflexión teórica, es si en el mundo hay y puede haber la posibilidad de seres personales, de personas. Es evidente que las personas existen, pues somos personas, no hay que esperar que estas aparezcan tras algunos procesos, o dadas determinadas condiciones ontológicas o sociales. Nos encontramos así, ante una elección de perspectiva, antropológica cultural y política.
La primacía de cualesquiera códigos formales-legales sobre la perspectiva de la persona, de cada persona, es una perspectiva antropológicamente inconsistente. Estos códigos reducen la condición personal de cada quien a la de individuo o ciudadano. El contenido y la justificación teórica de estos códigos puede variar y ser interpretado de forma diversa a lo largo de las vicisitudes de la historia de las ideologías y de los intereses de los grupos de capacidad determinativa en el desarrollo de estos. Estas dos características <esenciales> de la perspectiva formal convierten a la condición personal del ser humano en un obstáculo insuperable para su propia existencia.
La perspectiva de la persona es anterior, por necesidad ontológica y antropológica, y ha de constituirse en el criterio para las relaciones de todos con cada uno-<quien>. La justicia, en estos niveles, ontológico y antropológico, ha de ser conocida e interpretada sin ninguna relación con lo que comúnmente se denomina <justicia> en los códigos formales e incluso en el ámbito de la moral. Si se <quiere> la vida personal, ¡cuidado no la experiencia subjetivo-particular o individual/vida individual…!, como se ha indicado más arriba, hay que ser consecuentes en la conformación de la cultura y en la modulación de la vida humana en la política.
El proceso hacia la <individualización>, objetivo esencial de la civilización moderna, se va haciendo cegando la condición personal de los seres humanos. Hay que decidirse ante la vida propia de cada persona y la de todas y cada una en la relación inmediata cotidiana, y también cuando colaboramos, activa o por omisión/estadísticamente, en la constitución de un saber antropológico y un modelo político.
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